Se cumplen 55 años de la llegada del hombre a la Luna
Se cumplen 55 años de la llegada
del hombre a la Luna, el reto tecnológico más importante del siglo XX y uno de
los momentos más significativos de la historia de la humanidad. Esta hazaña
televisada, que supuso una ventaja de Estados Unidos en la carrera espacial,
constituyó un avance científico sin precedentes respecto al conocimiento del
Sistema Solar.
Más de medio siglo después, se
desarrollan planes para construir bases permanentes en la Luna que permitan
alcanzar Marte. La misión Apolo 11, el primer vuelo tripulado que aterrizó en
el satélite natural e la Tierra tuvo una duración de algo más de 195 horas de
viaje. Se trataba del segundo viaje humano a la Luna, aunque el primero de
ellos con alunizaje incluido.
El 16 de julio de 1969 la misión de la NASA, compuesta por el comandante Neil Armstrong y los pilotos Edwin Aldrin y Michael Collins, despegó desde el Centro Espacial Kennedy en Florida para recorrer una distancia de casi 400.000 kilómetros.
Así el 20 de julio de 1969, con
el combustible al límite, y a sólo 40 metros de un gran cráter –que pudo ser
esquivado por una maniobra de último momento– el Eagle se había posado en el
Mar de la Tranquilidad, una suave llanura volcánica, de cientos de kilómetros,
cercana al Ecuador de la Luna.
Pero antes de salir del módulo,
Armstrong y Aldrin se pasaron varias horas descansando, comiendo, recibiendo
instrucciones, y chequeando todos los sistemas de la nave. Cuando todo estuvo
listo, Armstrong abrió la escotilla, se asomó, encendió una cámara de
televisión, y mientras bajaba lentamente la corta escalera, recitó su célebre
“un pequeño paso para un hombre, un gigantesco salto para la humanidad”.
Bajo un insólito cielo negro con Sol a pleno y estrellas por todas partes (por la falta de atmósfera), el comandante del Apolo 11 dio sus primeros pasos en aquel suelo gris, rocoso y polvoriento, como cubierto de ceniza. El traje no era nada cómodo y además tuvo que adaptarse a la rara experiencia de la débil gravedad lunar que hace que todo en la Luna sea más liviano (un sexto de la gravedad terrestre).
Luego de colocar la bandera
estadounidense y charlar brevemente con el presidente norteamericano Richard
Nixon, Armstrong y Aldrin empezaron su misión científica. Sacaron fotos,
colocaron una cámara de televisión, recolectaron más de 20 kilos de rocas y polvo
lunar, e instalaron algunos instrumentos: un sismógrafo, un medidor del viento
solar, y hasta un retrorreflector, un aparato que –mediante un rayo láser
apuntado desde nuestro planeta– permite medir la distancia Tierra-Luna (aún hoy
funciona).
También hubo momentos especialmente fuertes y simbólicos. A poco de bajar, ambos astronautas leyeron una placa metálica anexada a una de las patas del Eagle: “Aquí, hombres procedentes del planeta Tierra pisaron por primera vez la Luna en julio de 1969 D. C. Vinimos en son de paz en nombre de toda la humanidad”.
Mientras todo esto sucedía en el
Mar de la Tranquilidad, Michael Collins, a bordo del Columbia, orbitaba a la
Luna a 112 kilómetros de altura. Y experimentando la más profunda de las
soledades que ser humano alguno haya vivido –especialmente cuando sobrevolaba
el hemisferio nocturno de la Luna, y no veía ni siquiera a la Tierra– esperaba
el regreso de sus compañeros.
Tras dos horas y media de
caminatas por la superficie selenita y después de dormir unas horas, Armstrong
y Aldrin dejaron la Luna a bordo del tramo superior del Eagle. Y poco más
tarde, se reencontraron en órbita con Collins iniciando el regreso a casa.
En la mañana del 24 de julio de
1969, los tres astronautas a bordo del módulo Columbia amerizaron – con
paracaídas – en el Océano Pacífico. Y fueron rescatados por la marina
estadounidense, dando por terminada la misión de la primera visita del ser
humano al satélite de su planeta la tierra.
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